18:57 Según expertos, es buena idea que se desconecten, pero se produce una “conmoción al sistema” de aquellos que son dependientes digitales
Nueva York (AP). Para la nueva generación, habituada a una dinámica de comunicación imparable por mensajes de texto, Facebook y YouTube, alejarse del mundanal ruido en un campamento de verano que no permita teléfonos celulares, computadoras portátiles ni reproductores de música, podría resultar una experiencia desconcertante.
Muchos campamentos de verano no autorizan el uso de la nueva tecnología ni tampoco cuentan con laboratorios de computación para que los adolescentes actualicen sus páginas.
Tim Chai, de 17 años, mantiene comunicación permanente con sus amigos por Facebook, escucha música en su iPod y nunca va a lugar alguno sin su BlackBerry. Eso explica que se haya negado a asistir a un campamento de la iglesia que prohibe el uso de esa tecnología. “No podría soportarlo. Adoro mi Internet, mi teléfono, y no me avergüenzo de ello”, comentó Tim, que vive en Carmel, Indiana.
Muchos adolescentes obligados a ir a campamentos “experimentan algo de pánico” con solo pensar en esa posibilidad de no contar con sus celulares, indicó Tony Sparber, fundador de New Image Camps, que tiene locales tanto en Florida como en Pensilvania. Algunos tratan de llevarlos consigo sin autorización o llevan más de un teléfono en caso de que les confisquen uno, agregó.
Incluso los padres que están acostumbrados a comunicarse constantemente con sus hijos podrían llegar a experimentar algo de ansiedad.
Kimberley Fink, de 40 años, que vive en Weston, Massachussets, se siente un poco nerviosa con solo pensar que su hija de 14 años va a ir por primera vez a un campamento de verano. Estará en el campamento por dos semanas y su hija no podrá comunicarse con ella durante ese período.
Dave Steinberg, propietario y director del campamento Canteen Roads Teen Travel, de Huntington, en el estado de Nueva York, dijo que muchos padres preguntan sobre la prohibición de celulares.
A fin de tranquilizarlos, les da su número de teléfono celular y a los chicos les da una tarjeta prepago. Asimismo carga fotografías en un sitio de acceso privado, al cual los padres ingresan con clave secreta.
Los expertos opinan que es buena idea que los chicos se desconecten. Pero se produce una “conmoción al sistema” de aquellos que son dependientes digitales, destaca Anastasia Goodstein, autora del libro “Totally Wired: What Teens and Tweens Are Really Doing Online” (“Totalmente conectado: la realidad de la actividad cibernética de los adolescentes”).
Algunos como Chai podrían hasta negarse a acudir a un campamento por esa razón, dijo Gary Rudman de la firma GTR Consulting, autor del próximo informe gTrend Report, que se ocupa de los adolescentes y la tecnología.
Para Sean Hakim, de 16 años, significó un gran esfuerzo desprenderse de esos artefactos durante dos semanas cuando estuvo en el campamento Antiochian Village, en el estado de Pensilvania. La organización no permite ni celulares ni iPods, y los chicos no tienen acceso a las computadoras.
“En un principio, resulta aterrador”, admitió Sean, que vive en River Vale, Nueva Jersey. Pero agregó, “una vez que estás ahí te das cuenta que realmente no los necesitas. Siempre estás con gente, y siempre te dedicas a algo”.
“Te mantienen tan ocupado, uno se divierte tanto, que me olvido de la computadora. Me olvido de Facebook”, relató Max Truen, de 15 años, que vive en Dix Hills, Nueva York, cuando va a un campamento de verano en las montañas Pocono.
Entonces, ¿Qué sucede cuando se acaba su estadía en el campamento? Los adolescentes dejan de enviar mensajes de texto o de comunicarse por Facebook?
Ni hablar. Ahora simplemente tienen más amigos que antes.
Nueva York (AP). Para la nueva generación, habituada a una dinámica de comunicación imparable por mensajes de texto, Facebook y YouTube, alejarse del mundanal ruido en un campamento de verano que no permita teléfonos celulares, computadoras portátiles ni reproductores de música, podría resultar una experiencia desconcertante.
Muchos campamentos de verano no autorizan el uso de la nueva tecnología ni tampoco cuentan con laboratorios de computación para que los adolescentes actualicen sus páginas.
Tim Chai, de 17 años, mantiene comunicación permanente con sus amigos por Facebook, escucha música en su iPod y nunca va a lugar alguno sin su BlackBerry. Eso explica que se haya negado a asistir a un campamento de la iglesia que prohibe el uso de esa tecnología. “No podría soportarlo. Adoro mi Internet, mi teléfono, y no me avergüenzo de ello”, comentó Tim, que vive en Carmel, Indiana.
Muchos adolescentes obligados a ir a campamentos “experimentan algo de pánico” con solo pensar en esa posibilidad de no contar con sus celulares, indicó Tony Sparber, fundador de New Image Camps, que tiene locales tanto en Florida como en Pensilvania. Algunos tratan de llevarlos consigo sin autorización o llevan más de un teléfono en caso de que les confisquen uno, agregó.
Incluso los padres que están acostumbrados a comunicarse constantemente con sus hijos podrían llegar a experimentar algo de ansiedad.
Kimberley Fink, de 40 años, que vive en Weston, Massachussets, se siente un poco nerviosa con solo pensar que su hija de 14 años va a ir por primera vez a un campamento de verano. Estará en el campamento por dos semanas y su hija no podrá comunicarse con ella durante ese período.
Dave Steinberg, propietario y director del campamento Canteen Roads Teen Travel, de Huntington, en el estado de Nueva York, dijo que muchos padres preguntan sobre la prohibición de celulares.
A fin de tranquilizarlos, les da su número de teléfono celular y a los chicos les da una tarjeta prepago. Asimismo carga fotografías en un sitio de acceso privado, al cual los padres ingresan con clave secreta.
Los expertos opinan que es buena idea que los chicos se desconecten. Pero se produce una “conmoción al sistema” de aquellos que son dependientes digitales, destaca Anastasia Goodstein, autora del libro “Totally Wired: What Teens and Tweens Are Really Doing Online” (“Totalmente conectado: la realidad de la actividad cibernética de los adolescentes”).
Algunos como Chai podrían hasta negarse a acudir a un campamento por esa razón, dijo Gary Rudman de la firma GTR Consulting, autor del próximo informe gTrend Report, que se ocupa de los adolescentes y la tecnología.
Para Sean Hakim, de 16 años, significó un gran esfuerzo desprenderse de esos artefactos durante dos semanas cuando estuvo en el campamento Antiochian Village, en el estado de Pensilvania. La organización no permite ni celulares ni iPods, y los chicos no tienen acceso a las computadoras.
“En un principio, resulta aterrador”, admitió Sean, que vive en River Vale, Nueva Jersey. Pero agregó, “una vez que estás ahí te das cuenta que realmente no los necesitas. Siempre estás con gente, y siempre te dedicas a algo”.
“Te mantienen tan ocupado, uno se divierte tanto, que me olvido de la computadora. Me olvido de Facebook”, relató Max Truen, de 15 años, que vive en Dix Hills, Nueva York, cuando va a un campamento de verano en las montañas Pocono.
Entonces, ¿Qué sucede cuando se acaba su estadía en el campamento? Los adolescentes dejan de enviar mensajes de texto o de comunicarse por Facebook?
Ni hablar. Ahora simplemente tienen más amigos que antes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario